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La maternidad tomada. Ginecólogos, obstetras y mujeres en interacción.

Extracto del paper "La maternidad tomada. Ginecólogos, obstetras y mujeres en interacción. Discursos y prácticas en la clase media (2010)" (págs. 124-129)

Patricia K. N. Schwarz: Licenciada en Sociología, Magister en Investigación en Ciencias Sociales y doctoranda en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires). Profesora en la carrera de Sociología (Universidad de Buenos Aires). Becaria de doctorado de CONICET. Integrante del Área de Salud y Población del Instituto de Investigaciones Gino Germani – Universidad de Buenos Aires.

Link: http://biblioteca.clacso.edu.ar/Argentina/iigg-uba/20100331030729/6.pdf

El Parto

A partir de la década del setenta, desde los movimientos feministas en los países centrales, comenzó a problematizarse la forma en que las mujeres viven el embarazo y parto. Las mujeres manifestaban vivir este proceso en condiciones de opresión relacionadas con el control social de las mujeres embarazadas. Las mujeres no sentían sus deseos y necesidades individuales respetadas, se sentían tratadas como objetos que contenían niños, asexuadas, que debían ser vigiladas y sometidas a intervenciones rutinarias, muchas de las cuales eran arriesgadas, violentas y de eficacia dudosa. Desde los ochenta el movimiento de mujeres comienza a tener como una de sus prioridades la atención en el parto, produciendo material educativo y proponiendo políticas públicas, usando el término “humanización en la asistencia del parto”. La humanización puede ser vista como la legitimidad política de reivindicación de los derechos de las mujeres en la asistencia del nacimiento, demandando principalmente un parto seguro, asistencia no violenta, brindando a las mujeres el derecho de conocer y decidir sobre los procedimientos en el parto, el derecho a la integridad corporal (no sufrir daño evitable). Existe una tendencia mundial al avance tecnológico y científico que, muchas veces, sustituyen al cuidado humanizado. Esta tendencia puede ser observada en la obstetricia moderna. La hospitalización del parto llevó a considerarlo un evento médico quirúrgico, resultando en un modelo de asistencia tecnicista, que se distingue por la racionalidad y la carencia de principios humanísticos en el trato de la paciente o parturienta (Knobel, 2006). Los enfoques de la práctica y las metáforas médicas se desplazaron de la madre y el hijo a la calidad del producto “bebé”, cuyas chances de salir perfecto aumentan si el parto es por cesárea (Martin, 2006). Emily Martin (2006) encuentra una analogía entre la producción industrial capitalista y la producción de niños en Occidente. Así describe las similitudes entre operarios industriales y mujeres parturientas, tanto en lo que refiere a los procesos de dominación y alienación, como a los de resistencia. “Desde que el trabajo de parto fue definido como trabajo mecánico realizado por el útero, el nacimiento fue visto como re producción de bienes”. “El parto es visto por la medicina como un proceso de producción de bebés a ser controlado, en el cual los gerentes (médicos) controlan el trabajo de las trabajadoras (mujeres) y sus máquinas (úteros) frecuentemente con la ayuda de otras máquinas.

Progresivamente, los médicos fueron incluidos en grandes corporaciones médicas, también ellos están perdiendo control sobre sus condiciones de trabajo”. La mujer ocupa un lugar pasivo, subordinado en este proceso, situación reafirmada a partir de la creencia médica que identifica al útero como el principal responsable del trabajo de parto, cuyos movimientos son involuntarios. Este proceso aliena a la mujer en el parto en relación con su cuerpo, como se aliena al operario industrial en relación con su trabajo en el orden capitalista. En las mujeres esto se traduce en sensaciones de impotencia y en la fragmentación de la percepción del yo. En este esquema teleológico industrial, donde el fin es la reproducción, se reafirma el imperativo maternal para las mujeres, los libros de medicina refieren a la menstruación como un proceso de desperdicio y la menopausia como una señal de deterioro e inutilidad de una máquina que detiene la producción del bien: “bebé”. Los parámetros médicos de un parto normal y exitoso – curvas medias de dilatación, entre otras medidas estandarizadas- dan cuenta de esta percepción de la construcción simbólica de la eficiencia de la máquina – cuerpo. Cualquier alteración de esos patrones es suficiente para justificar la intervención médica, a través de medicación, cesárea, estudios de control y diagnóstico. La autora encontró algunos actos de resistencia desde las mujeres: no transmitirle al médico determinadas informaciones, esperar para ir a la clínica cuando se está en trabajo de parto, elegir el parto domiciliario, entre otras acciones (Martin, 2006). La mayoría de los obstetras consultados aquí, observan que la medicalización del proceso del parto es necesaria para la seguridad de la madre y el niño. En la generalidad de los casos, la intervención se da a modo preventivo. A pesar de esto, una obstetra (de 47 años, que realiza atención mixta y es divorciada con hijos) menciona “muchas veces hay que apurar el parto porque no tenemos lugar y tenemos muchos partos.” Otro entrevistado comenta “imaginate que no podemos tener la tecnología esperando sin uso”.

Muchos médicos se referían a la inseguridad e imprevisibilidad que sienten con un parto natural. Afirman que es deseable un parto natural pues es la vía biológicamente determinada, pero alegan que la cesárea es más previsible y rápida, disminuyendo de manera considerable la cantidad de horas dedicadas al parto. Esto coincide con lo observado por Chacham (2006) en su investigación acerca de la medicalización del parto en Brasil, donde menciona que la espera parece estar asociada por los médicos al riesgo. La redefinición del parto como evento médico depende del carácter potencialmente problemático del parto, justificando la intervención médica. De acuerdo a lo observado, la creencia en el valor de los recursos tecnológicos de la biomedicina para lidiar con las posibles complicaciones en el parto normal, sería igualmente compartida por médicos y pacientes. Entonces, la práctica médica es afectada por mucho más que intereses económicos en la práctica de la cesárea. La cesárea proporciona al médico la sensación de control total sobre el proceso del nacimiento y por eso es percibida como segura. A su vez la sumisión de la paciente a la autoridad médica puede ser, en parte, atribuida al crecimiento tecnológico y a la creciente especialización de la medicina. El uso de términos técnicos disminuye la capacidad de las mujeres de tomar decisiones informadas sobre el embarazo y el parto (Chacham, 2006).

Respecto de estas intervenciones, es relevante destacar que, según información proporcionada por la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS) de 2005: un tercio de las mujeres residentes en localidades de 5000 y más habitantes del país, tuvieron su último hijo nacido vivo por cesárea. Las diferencias regionales son poco notables y muestran para el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) un 30%. Sin embargo, hay diferencias sugerentes según variables sociodemográficas. El 28% en el grupo de edad de 20 a 29 años y el 39% de los de 30 a 39 años tuvieron su parto por cesárea. Lo mismo ocurrió con el 38% de nivel educativo superior (8 puntos porcentuales más que las de nivel educativo más bajo), y con el 38% de las de clase media (5 puntos porcentuales más que las más pobres). Asimismo, un 36% de las mujeres con mejor calidad de vivienda tuvieron cesárea (16 puntos porcentuales más que las de peor vivienda). La ENNyS (2005) también afirma que la práctica de cesáreas es más frecuente en instituciones privadas. Las mujeres entrevistadas aquí sienten temor al trato y a la intervención que recibirán en el transcurso del parto, sabiendo que será distante e impersonal, donde no se prestará atención a sus necesidades y emociones, sino que serán atendidas cuestiones técnicas del parto únicamente, en circunstancias en las que muchas veces incluso éstas interfieren con el éxito del parto mismo y de la plenitud y alegría con que la mujer pueda vivirlo.

Los médicos entrevistados afirman aplicar la anestesia peridural en la mayoría de los partos que asisten porque las mujeres no soportan el dolor. Del mismo modo alegan que las mujeres piden que no les hagan cesárea, antes de entrar a la sala de partos pero una vez allí, cuando sienten el dolor intenso del parto piden a gritos la cesárea y la peridural. En este sentido, tanto la anestesia como la cesárea son solidarias al contrato implícito de la mujer con el médico, en el que ella le entrega su cuerpo y él acciona sobre él sin dar cuenta de sus decisiones ni consultar demasiado.

Sería interesante profundizar en este aspecto para investigar la construcción de la amenaza del dolor en el parto como elemento funcional para inducir a las mujeres a la cesárea y a la peridural. Es importante resaltar que en este fenómeno estamos observando la retirada del modelo religioso judeo cristiano en el que el dolor en el parto es fundamental para afianzar la identidad de una mujer como tal. Respecto de las alternativas de parto se consultó con los obstetras si practican alguna modalidad diferente a la tradicional, como el parto acuático, el parto con posición vertical o el parto domiciliario. La totalidad de los obstetras consultados no practican ningún método de parto diferente al convencional (en una camilla, en posición semi horizontal).

Manifestaron que en Argentina no existe la tecnología necesaria para practicar otras modalidades de parto. También aludieron a la falta de interés de las pacientes en conocer acerca de estas alternativas y mencionaron que de todos modos las coberturas médicas privadas no cubren ninguna modalidad de parto que no sea la convencional.

Se investigó si esto era verdad: en Ciudad de Buenos Aires existe la tecnología necesaria para practicar estos partos alternativos, de hecho, se practican hace varios años en diferentes lugares. En lo que refiere a la decisión del médico sobre el proceso del parto, también se les consultó a los obstetras acerca de la compañía que se le permitía tener a una mujer en la sala de partos. Algunos obstetras mencionaron que se permite que esté la pareja (varón) con la mujer mientras pare, sin embargo algunos afirmaron que no está permitido que acompañe a la mujer en la sala de partos ninguna persona que no sea el padre del bebé que va a nacer, alegando que esto responde a las políticas de las instituciones, no es una cuestión que pueda decidir el médico.

-En el momento del parto, por lo general las mujeres piden estar con sus parejas o con la madre, o una amiga…

-En general están con sus parejas que es la única persona autorizada para ingresar al momento del parto. El resto de la familia no puede ingresar. Si la mujer es soltera, se la tiene que aguantar sola. No puede entrar ni la madre ni ninguna otra persona.

-Qué notable, eso no lo sabía, hice una entrevista a una médica que trabaja en la Sardá y me dijo que allí la mujer es quien elige la persona que entra al momento del parto. -No sé cómo será en la Sardá, en las clínicas donde yo trabajo la única persona autorizada para ingresar, y que además me parece lógico, es el padre o la pareja. Algunas chicas solteras pidieron por el padre, la madre o la hermana y no hubo caso. -Y eso tiene que ver con cuestiones…

-Cuestiones administrativas, sanatoriales y además porque bueno, más allá de la vivencia, pienso que es la persona que lo gestó la única que tiene que estar ahí, el resto van a poder acompañarlos a posteriori (Dr. de 49 años, casado con hijos, únicamente práctica privada).

Se consultó por vía telefónica a siete maternidades privadas reconocidas de la Ciudad de Buenos Aires y en seis de ellas la mujer que va a parir está autorizada a elegir qué persona entra con ella a la sala de partos, mientras sea una sola persona.

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