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La vida pariéndose a través nuestro

Por Daniela Mattolini Psicóloga Publicado en espaciodecrianzanatural.wordpress.com

La fuerza

“No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.” Jiddu Krishnamurti

Unos años antes de quedar embarazada empecé a escuchar en algunas mujeres embarazadas relatos sobre sus sueños para sus partos, lo que necesitaban, lo que sentían que esa concepción que latía en sus úteros empezaba a indicarles sobre el momento de parir. Esas mismas mujeres me mostraban una fuerza bastante notoria en el modo en que conducían sus vidas. Precisamente eran mujeres que “llevaban” las cosas que les sucedían con mucha gracia, con cierta sabiduría, con una paciencia que yo desconocía hasta el día en que la maternidad se encarnó en mí.

Esas mujeres (y sus compañerxs) consultaban a su entorno, a los profesionales a otras mamás y – por muy amables, calificados o prestigiosos que fueran- podían discernir entre lo propuesto, lo establecido y lo conveniente y ese “algo más” que les brotaba desde lo más íntimo de sus procesos para buscar sus propias maneras de parir. Una de ellas, Laura, iba a parir lejos de su casa, en otra provincia, dificultando la opción del parto domiciliario al que estaba predispuesta.Ella, con su convicción, encontró un médico sabio y paciente, una institución y la manera de parir bastante tranquila(yendo a la clínica a último momento y quedándose en el baño de la habitación solita con su compañero como guardián ante los controles de las enfermeras).

Otra de ellas, María C., quería hacer un PVDC (parto vaginal después de cesárea) y sabiendo que los médicos buscarían realizar otra cesárea, encontró la manera de parir a su hijo vaginalmente con una partera en su casa en un día de eclipse que la hizo re-conocer todas sus fuerzas. Otra de esas mujeres sonrientes, fuertes y suaves, firmes y flexibles, que andan porla vida con magia y gracia, es Carolina; al conocerla mejor supe que ella también había parido a su hijo en su casa -con una matrona española presente- y fue transformada para siempre por un expulsivo de 4 horas. Laura parió dos veces más, en la intimidad de su casa, recibiendo a sus niñas con sus brazos ante la mirada amorosa de su compañero.

Esas mujeres sembraron con su fuerza silenciosa y con su hermana amistad algo en mí. Una confianza en la vida, en el útero, en que sabemos y podemos parir desde un lugar más íntimo que el que yo estaba acostumbrada a ver en las películas, a escuchar en los relatos de las mujeres que salieron de maternidades o tuvieron una cesárea. Si bien todos los relatos de nacimiento de los hijos están repletos de amor, los de estas queridas mujeres intuitivas me sorprendían especialmente. Parecía que no había depresión post parto, dudas, complicaciones; al contrario… había un halo de paz y sabiduría que me dejó convencida de que había que re-visar las maneras en que venimos al mundo en esta sociedad medicalizada e institucionalizada. Había que re-aprender, re-cordar (volver a pasar por el corazón) y elevar el útero con sus latidos y su capacidad de sostener la vida al estatus de un corazón.

Si una persona va a pasar por una operación de corazón, no sólo se le explica a ella y su familia todas las implicancias, opciones y pasos de la misma, sino que se busca que haya un acompañamiento emocional, ya que esa zona es una zona extremadamente sensible y la buena recuperación de la cirugía presta especial atención al estado emocional de la persona.

¿Y la cesárea? ¿y el parto? ¿No están también tratando con un órgano vital, sensible, de alto registro emocional? Las explicaciones, alternativas y cuidados no suelen ser tan detalladas y conscientes como en una cirugía de corazón. A veces sí, hay unxs obstetras que son así de amorosxs y conscientes. Muchas veces no. Parece “normal” que anestesia, cortes y suturas sucedan en el parto sin pedir el debido consentimiento a la protagonista o su acompañante. Parece normal que en el trabajo de parto te pidan acostarte y subir las piernas y tengas que “obedecer”, pero no lo es. Lo normal sería seguir el propio ritmo y parir. Si no hay complicaciones, interrumpir ese proceso no es “normal”.

Parece que hay una lucha entre “la fuerza” de la vida ocurriendo en la embarazada y la fuerza de las costumbres, protocolos, opiniones y demás interferencias del entorno en el modo en que como sociedad proponemos la llegada de los humanos al mundo: el lugar convenido, las formas convenidas, las herramientas usadas, los motivos para intervenir los procesos naturales. Todos esos son acuerdos que especialistas y “pacientes” tácita o explícitamente construimos y permitimos que sucedan.

Aunque tuviésemos las explicaciones pertinentes, que algunos profesionales ofrecen, aunque tuviésemos el parto vaginal natural y respetado en una institución, ¿se nos habla, conocemos o aprendemos sobre las fuerzas biológicas de nacer y parir? De a poquito, de boca en boca, de útero a útero, de unas familias a otras familias está empezando a suceder.

Con estas preguntas y algunas respuestas quedé embarazada y empecé a escuchar mi propio cuerpo, el mar de mensajes hormonales que fueron subiendo hasta el día en que se abrió mi espíritu y mi cuerpo y mi hijo entró a la vida de los mortales. El texto que sigue a continuación pretende contar mi humilde descubrimiento: es la Vida quién está pariéndose a través nuestro. Y es Su fuerza la que busca manifestarse en cada nacimiento.

La Vida pariéndose a través nuestro

“Solo si escuchamos podremos aprender. Y escuchar es un acto de silencio; solo una mente serena pero extraordinariamente activa puede aprender.”

Jiddu Krishnamurti

En este tiempo de cambios y superposición de paradigmas, en este tiempo de ventanas de oportunidad y de dogmas cayendo de modo estrepitoso, en estos días de noticias científicas que parecen espirituales y respuestas espirituales que parecen científicas, la vida se abre camino nutriéndose de aquello que le dejamos a mano y de aquello que Ella, en su sabiduría, va eligiendo.

La vida sabe, por eones ha sabido abrirse camino, en la distribución de las fuerzas universales, en los misterios de la energía, en una estrella pequeña en un brazo de una pequeña galaxia con nombre mamífero (Vía Láctea), en una perla azul que mueve sus aguas como un manto sobre sus tierras, en los hijos de ese planeta: los verdes con ramas, los rosados con patas, los alados y los unicelulares… la vida sabe vivir y nos convida toda su experiencia en un envase, en el centro de cada ladrillito biológico que constituye el envase (cada célula) y en una impronta misteriosa que se escapa por los ojos de los niños y en las bocas de la gente que canta que algunos llaman alma.

Para hablar de parto es común que la Vida, la principal protagonista del suceso sea invocada como una especie de rival de la Muerte. Se invoca, se supone la presencia de la vida y su poder para vencer y conjurar la posible aparición de la muerte. Se sistematiza el cuco y sus conjuros y se despliega un ejército de profesionales dotados de sus herramientas de metal y látex para asegurarnos que serán soldados de la vida, la del latido pleno de sangre y la del aire rítmicamente entrando y saliendo de todos los pulmones implicados.

La vida nos ha invitado a vivirla, mientras ella danza con sus propios ritmos, pareciendo detenerse en alguna que otra especie o individuo de cada especie, siempre dando lugar a una nueva vida. La muerte es para la vida parte de su ritmo, no una enemiga. Hay pequeñas muertes para que la vida pulse. Hay un pequeño espacio sin aire en cada respiración, hay un momento en que se detienen los signos vitales en un buen orgasmo, hay un umbral que se abre y parece muerte en un parto.

Pero no nos hablan de eso. La vida es anciana y joven, adulta y sabia, grande, siempre más grande que todo. La vida es la grande, nosotros los hijos, los pequeños, invitados a veces, con mucho honor a ser sus canales, a abrirnos y que esa fuerza dé a luz a otro ser. O ayude a dar a luz a otro ser. O ayude a preparar un mundo vital donde otros seres lleguen y la vida los esté esperando. La vida, que posee a quien desea sexualmente, posee a quien engendra y posee a quien va a parir parece un festín. Y lo es… o lo sería, si nos permitimos darle ese lugar trascendental.

Un parto es un portal, un parto es una iniciación. Muchas mujeres sabias lo han dicho, lo han sentido, lo saben en el latir de sus úteros y en los litros de leche que luego brotaron de sus tetas. No serás la misma, morirá una y renacerá de la mano de otras, de las madres que te susurrarán todo lo que necesites saber, cada duda vendrá acompañada de una certeza, cada temor vendrá acompañado de un registro ancestral de todas las mujeres que pasaron por ese portal, de todos los hombres que las “sembraron” para que así sea con su propia vitalidad.

Todas las mujeres son a imagen y semejanza de la fuerza universal que las mueve, de los brazos de la galaxia girando sobre un centro oscuro y poderoso, quieto e interdimensional. Todas las mujeres pariendo son la perla azul con un manto de aguas que se mueven y masajean abrazando la nueva vida, despertándola para brotar, para buscar un nuevo estatus, y hacerse hombres y mujeres de barro, hijos e hijas de la tierra, “simples mortales” que desentrañarán los misterios de la vidamuertevida una vez más, tomando sus decisiones con el enorme regalo de ser parte de la vida.

Y, en ese estado mágico, tribal, grandioso… llegamos a buscar la asistencia del sistema, para embarazarnos, para saber qué hay que saber si ya hay una galaxia concebida en nuestro útero, para aprender a parir y guiar esa vida. En ese caldo hormonal, con lenguajes sutiles y aromas exquisitos, llegamos a un lugar y empiezan a medirnos, a contarnos los días, a decirnos que el saber no está en nosotrxs sino en los libros que ellos escribieron y leyeron y en las experiencias que ellos tuvieron.

Cuando quieren tratarnos bien, nos infantilizan, dándonos órdenes en diminutivo “quédate quietita” “si te seguís moviendo te vas a caer de la camilla”… y pareciera que la conexión con el pulso de la vida – que sigue latiendo más presente que nunca- hubiera sido desactivada. La infantilización de la madre no es aleatoria, es desempoderante, ellos tienen miedo a la muerte. El sistema médico, legal, social busca un ser pasivo paciente, donde se controle lo que se pueda, de esa vida infinita que no le teme a la muerte, que la conoce y danza con ella. Ellos necesitan que hagas lo que ellos dicen, ellos necesitan conocer exactamente el alcance de cada una de sus acciones. Y quien está en contacto con la vida, es además empáticx: hombres y mujeres embarazados entienden que ellos están haciendo su mejor esfuerzo con sus miedos, entienden que tenemos que trabajar juntos para que el sistema nos incluya, entienden que ese ser que nacerá necesita estar incluido en un sistema más grande, como parte de la propuesta que hacemos al invitarlo a la vida y porque no nos educaron para eso, nos cuesta decir “No, gracias.”

¿Y si fuera la Vida a través nuestro la que habla?

“Querés que te pongamos un goteo, para acelerarte el parto?”

“No, gracias tengo miles de años esperando este momento, puedo esperar unas horas más."

“¿Querés que te rompamos la bolsa para que puedas salir de ahí, bebé?”

“No, gracias, llevo muchas generaciones preparando mi aparato biológico para nacer, voy a seguir intentando hasta que lo logre.”

“¿Querés que rompamos tu periné para hacer tu canal de parto más grande más rápido?”

“No, gracias, si me dejan un rato sola podré hundirme en el ritmo de mi cuerpo y ablandarme.”

La Vida no va a poner un bebé dentro de una mamá mayor a lo que ella puede sacar de sí misma… Si la dejan, si preguntan, si pudiésemos decir: “No, gracias”.

Para eso, habrían de confiar en nosotras o en la Vida y tratarnos como a *personas* que *algo saben* y preguntarnos qué nos parece.

Pero alguien asume que no sabemos. Y en esa asunción de roles donde se pierde todo el poder espiritual, emocional, hormonal y biológico del parto. El parto es un umbral, un pasaje, un cambio de estadodefinitivo y poderoso. Ese umbral le pertenece a esos humanos (la madre, el niño… la familia, el sistema) que están trayendo nueva vida y asumiendo nuevos lugares en sí mismos, en su familia y en toda la sociedad.

Cuando nos casamos (en casi todas las culturas) eso se hace con fiesta y rituales, suenan campanas y todos colaboran, asisten, cuidan a esa pareja… les dan su lugar, su noche de bodas, su licencia para luna de miel. Se entiende que estarán solos esa noche, esos días. ¿Porqué entonces intervenir la intimidad de este otro cambio de estatus? ¿Porque la primera noche de bodas es romántica y mágicay el parto en algunas instituciones es un lugar lleno gente desconocida mal predispuesta y demandante?

Si yo entiendo que ese momento transformador, que está unido a la trama infinita de escenas vitales que me trajeron hasta aquí, que sólo tengo ese día para pasar por ese portal, para sentir y tomar todo el poder de la vida para todo loque vendrá después, no voy a dejar ni que ningún dios, ni que ningún profesional de la salud o institución, ni que ninguna circunstancia me arrebate mi derecho a sumergirme en esa experiencia entremundos… Y si yo estoy ya sumergida, tendré unxs soldadxs de la vida a mi lado que velen por mí. Por mí y mi bebé que pariendo y naciendo estamos en un viaje entremundos, estamos transformando. ¿A quién se le ocurriría romper la crisálida para ayudar a la mariposa a salir? Mataríamos el proceso, haciendo realidad la presencia de la muerte que queríamos conjurar. La humildad de los hijos de la vida es la actitud que puede guiar el respeto por la intimidad de los procesos vitales. En conexión con cosas infinitas, misteriosas e incomprensibles, podemos silenciarnos y ser guardianes de la vida. Estemos donde estemos, seamos médicos, parteras o mamás pariendo.

Nacer, parir y morir son mis únicas oportunidades de estar en el umbral, de sentir la fuerza de los dos mundos y no me lo quiero perder… pero para eso debo prepararme… debo intuir cuán importante es. Eso no está en los libros universitarios. Los seres más vitales, sabios y lúcidos hablan de ello con metáforas o silencios, con sonrisas y caricias. Los exámenes universitarios sólo pueden evocarlo torpemente, si es que alguna vez lo intentaran.

En contacto con la vida, en presencia del umbral por el que Ella se va a manifestar, estamos invitadxs a sentir su fuerza, a encarnarla, a recordar biológicamente nuestro nacimiento, la vida de nuestros ancestros siendo honrada en su continuidad, la Vida abriéndose camino. Si entro en esta comprensión nadie podrá decirme que cortarme o quedarme quietita son opciones. No seré receptiva a nada más que la Vida y las voces que me susurran que confíe en ese proceso, que la fuerza que me invade en esas horas me acompañará a mí, a mi bebé y a todos los que estén invitados a conectar con esa fuerza universal de la Vida por muchos años.

La infantilización, la pasividad y el paciente obediente no son una opción entonces. Que la paciencia asista a los que me rodean, a los que les tocó presenciar mi transformación en madre y la de mi bebé en ser humano mortal. Que ellos esperen, silencien, se maravillen, porque la Vida va a manifestarse, va a enseñarnos, va a mostrarse y yo quiero estar disponible, libre y confiada para recibirla.

¿Miedos? Sí, los hay y los habrá. ¿Dificultades? Muchísimas. ¿Dolores? Algunos. Pero ninguno vendrá sin Ella. A todos los acompañará La Sabia Presencia que cuenta con siglos de evolución, con toda su fuerza ofreciéndose generosamente para quienes quieran darle la bienvenida.

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