Las violencias que empañan el camino de la maternidad
- Alumbra Mendoza
- 27 mar 2017
- 7 Min. de lectura
Nota Publicada en el Diario Los Andes Domingo, 12 de marzo de 2017 (semana de conmemoración del Día Internacional de la Mujer)
http://www.losandes.com.ar/
Cuando las instituciones sanitarias no acompañan el embarazo, el parto y el puerperio de manera personalizada, continua y respetuosa.
Sabrina S. Yañez Doctora en Antropología, becaria postdoctoral del CONICET Integrante del IDEGEM-UNCuyo y de Alumbra.

Hubo un tiempo y un espacio en el cual la salud y el manejo de la reproducción y la sexualidad eran asuntos de la vida comunitaria, que se encontraban principalmente en manos de las mujeres con más experiencia y con una herencia de saberes transmitidos y profundizados de generación en generación. Las transformaciones históricas, culturales, sociales, económicasy políticas fueron erosionando y hasta persiguiendo esos vínculos y esos saberes de sanación. A medida que la medicina fue logrando ocupar el lugar central en cuanto a los saberes sobre el cuerpo y sus procesos, otros conocimientos y otras formas de cuidado de la salud fueron desplazados y degradados.
Hoy en día, el seguimiento médico del embarazo y el parto institucional aparecen como algo inevitable, como la mejor forma de tramitar los procesos reproductivos. Sin duda, los conocimientos médicos han sido cruciales para salvar vidas de mujeres y niños/as. Sin embargo, como han documentado investigadoras tales como Marcela Nari, Alejandra Correa y Valeria Fornes, la atención de los embarazos y partos en el sistema sanitario tuvo más de imposición por parte del estado que de demanda de acceso por parte de las mujeres. Vale destacar que la insistencia en la hospitalización de los partos, tanto en nuestro país como en muchos otros, se dio antes de que se conocieran y difundieran los principios de la asepsia, lo cual llevó a un periodo extenso en que las tasas de mortalidad relacionadas con sepsis fueran más altas en los hospitales que en los partos domiciliarios asistidos por parteras. No sorprende que en esta historia de imposición de un modelo de atención y de destitución de todos los demás, se pudieran instalar múltiples formas de violencia que están arraigadas en -e incluso sostienen- la actual organización de los servicios.
Fragmentación y despersonalización como formas de violencia
Al ingresar al campo institucional, la atención de los procesos reproductivos perdió dos aspectos fundamentales que las comadronas-sanadoras habían sostenido: la continuidad de cuidados y el reconocimiento de la singularidad de cada mujer, cada embarazo, cada parto. El modelo tecnocrático del nacimiento, como lo llama la reconocida antropóloga de la reproducción Robbie Davis-Floyd, se basa en los principios de separación y fragmentación: descomposición del individuo en partes, división del proceso reproductivo en elementos constituyentes, disociación de la experiencia del nacimiento del flujo de la vida, y separación entre el cuerpo y la mente. Un ejemplo muy claro de los efectos de la fragmentación en nuestro sistema sanitario es que, a diferencia de la cantidad de recursos y tiempo que se dedica al control de embarazo, existe una escasez o ausencia de servicios para el puerperio, es decir, el periodo posterior al parto, en el que muchas mujeres transitan momentos de infinito cansancio, dudas, dolores, y a veces complicaciones que serían mucho más llevaderos con la asistencia apropiada. También es importante resaltar que en el sistema público de salud y en algunas obras sociales, las mujeres no reciben acompañamiento continuo por parte de un/a profesional o un equipo de salud, ya que los embarazos son atendidos en centros de salud y los partos en hospitales, por distintos/as profesionales. Esto va en detrimento de la posibilidad de desarrollar vínculos estrechos y de confianza con quienes realizan el acompañamiento.

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